“Viaje a Sicilia con un guía ciego” es un apasionante viaje que ha merecido el I Premio Internacional de Libros de Viaje Hotel Monasterio San Miguel Puerto de Santa María.
Una obsesiva devoción por Sicilia y el hallazgo casual de unas fotografías de Borges, tomadas allí dos décadas atrás, empujan al protagonista de esta historia a recorrer la isla siguiendo las huellas del maestro argentino. Con la compañía de tres amigos y de las imágenes del gran fotógrafo Ferdinando Scianna (que se incluyen en esta edición), descubrirán las Eolias de Ulises, la Siracusa griega, la Bagheria que horrorizó a Goethe, el Palermo que inspiró Lampedusa o la Agrigento del comisario Montalbano. Un pequeño grand tour narrado con grandes dosis de desenfado, ciertas ínfulas detectivescas, muchas ganas de desacralizar mitos y una inagotable curiosidad, todo ello dirigido a sortear los tópicos y desentrañar los misterios de esa versión abreviada del mundo anclada en el Mediterráneo que constituye la Sicilia.
El recorrido del libro se ilustra con las magníficas imágenes que el prestigioso fotógrafo Ferdinando Scianna le tomara a Jorge Luis Borges en su viaje a Sicilia
Alejandro Luque de Diego (Cádiz, 1974) es redactor cultural de El Correo de Andalucía y colabora asiduamente en diversos medios de prensa escrita, radiofónica y televisiva. Durante diez años codirigió la revista de literatura y pensamiento Caleta, y actualmente impulsa la revista digital de cultura mediterránea M’Sur. Ha publicado, entre otros títulos, el poemario Armas gemelas, el ensayo biográfico Palabras mayores. Borges/Quiñones, 25 años de amistad, la novela corta Calle de la soledad antigua y el libro de relatos La defensa siciliana. Como músico, acompaña habitualmente al cantautor Juan Luis Pineda, con quien ha grabado el disco Olla de Grillos.
Es un viaje al estilo siglo XXI, pero escrito por alguien a quien le hubiera gustado vivir en el siglo XIX: poco dinero, hostales y pensiones baratas, mochila y pinta de turistas. Y una obsesión que nos acompañará a lo largo del trayecto: Borges. Mientras otros turistas van (vamos) acompañados de la guía de Lonely Planet, y sentimos una íntima e inconfesable satisfacción al encontrar “ese sitio tan raro donde dan una pizza tan rica”, Alejandro Luque irá acompañado de un libro con fotografías de Ferdinando Scianna, encargado de fotografiar a Borges en su estancia en Sicilia allá por 1984. Y ésta será la guía que marque el trayecto de un viaje escrito de manera fluida, fresco, fácil de leer y lleno de constantes citas literarias: Lampedusa, Durrell, Maupassant, Sciascia, Pirandello y el omnipresente Borges se convertirán en compañeros de viaje, con sus variadas opiniones sobre lo que es y lo que fue Sicilia. De hecho, llega un momento en que el lector se pregunta si Alejandro Luque habrá disfrutado su viaje a Sicilia, o si habrá sido excesivamente condicionado por sus lecturas e inquietudes literarias.
Afortunadamente, Iván, Ro y Ka no viajan con la intensidad decimonónica de su amigo, y serán los que, en muchas ocasiones, le sacarán de las orejas de ese “jardín de senderos que se bifurcan” en que se mete sin querer. Es en ese momento, cuando Alejandro sale de sus ensoñaciones borgianas, cuando tiene tiempo para vivir Sicilia, y transmitirnos sus reflexiones sobre el carácter de los sicilianos: al gaditano, acostumbrado a vivir el mar como un constante dador de bienes, le llama la atención el poco apego que tienen los sicilianos al mar. La razón la encuentra rápido: muy pocas veces el mar ha dado buenas noticias a los isleños, constantemente invadidos desde los comienzos de la Historia.
El viaje
El origen de un libro suele tener que ver con unas motivaciones personales concretas que no se llaman inspiración, sino más bien necesidad -de ordenar el mundo, de explicar a los lectores los ruidos de las tuberías por donde circula la intimidad; en definitiva, de alumbrar los rincones más oscuros o confusos del devenir del tiempo sobre los cuerpos y los estados de ánimo-.
Si se trata de un libro como este, hay que añadir la anécdota determinante del viaje, pero no de aquel que se contrata en agencias con el tufo intenso y superficial del turismo veraniego, sino del viaje sentimental, según la clasificación de Laurence Sterne, el que uno negocia con su propia sensibilidad, con su intimidad, con las deudas que ha adquirido consigo mismo.
«Cuando siento, no escribo» decía Bécquer acerca de su producción poética. «Cuando viajo, no escribo; sólo tomo notas», parece afirmar Alejandro Luque en este Viaje a la Sicilia con un guía ciego. Sobre todo cuando viajo con amigos: Ro, Ka e Iván, a los que dedica el libro. Sobre todo cuando quiero mantener su amistad y algo más, porque viajar es un acto de fe, un reto definitivo que pone a prueba la calidad de los hilos que anudan la amistad y ese algo más. Sobre todo cuando en la maleta y en el coche alquilado (Eureka) no somos solo cuatro, sino seis, porque hay que dejar sitio a Borges, por supuesto, y a Ferdinando Scianna, el fotógrafo de la Agencia Magnum que retrató al escritor argentino en su visita a Sicilia y posteriormente publicó el cuaderno de tapas rojas que le sirve al Alejandro Luque viajero y apuntador como infalible guía turística por los lugares borgianos de la isla.
Las fotos
Las instantáneas de Scianna, aunque en blanco y negro, acompañan y colorean el texto de Luque. Las fotos de Borges por Sicilia marcan la ruta, muchas de las conversaciones de los amigos viajeros y, en alguna que otra ocasión, los reproches. El fetichismo borgiano de Luque arrastra a los amigos por una ruta siciliana nada convencional que trata de reproducir los ángulos y los escenarios de las imágenes de Scianna, pero con un protagonista diferente.
Muy al contrario de lo que marca la costumbre -enseñar a los amigos los álbumes-, Luque no ha caído en la trampa facilona y, en cierta medida, egocéntrica de mostrar su texto y sus fotos. Seguro de su talento en el manejo de la prosa y de sus dudas con el diafragma y el obturador, ha dejado a los profesionales que hagan su trabajo. No obstante, la reproducción del trabajo de Scianna no sale muy favorecido en la edición definitiva de Viaje a la Sicilia con un guía ciego por las limitaciones entre económicas y artísticas que el blanco y negro impone.
El texto
Volviendo al texto hay que destacar el esfuerzo porque el libro no resulte una suma de anécdotas más o menos pintorescas, de apuntes superficiales del paisaje y del paisanaje.
En Viaje a la Sicilia con un guía ciego se trata de desvelar al lector lo que se esconde detrás del pintoresquismo de la isla, de la imagen cruel que hemos heredado tras tantas películas hollywoodienses sobre la mafia siciliana. Aunque todo eso puede influir en la vida de Sicilia, sólo es una parte de su verdad cotidiana y actual. Sería muy triste quedarse con una idea tan reducida de una isla compleja, por la que han pasado todas las civilizaciones y que ha comprobado en carne propia lo que significa el esplendor y la miseria.
Todo esto, y algo más, se encuentra en Viaje a la Sicilia con un guía ciego. La arquitectura, el paisaje duro de la isla, el Etna y sus cenizas impenitentes, sus playas, sus pueblos perdidos, contribuyen a que el lector componga un deseo casi irrefrenable de visitar la otra Sicilia que no se vende en los catálogos. Y por encima de este conglomerado, la literatura del lugar: Lampedusa, Brancati, Vittorini, Bufalino, Camilleri, Pirandello, Sciascia, y los textos de tantos viajeros ilustres que dejaron blanco sobre negro sus impresiones sobre la isla: Goethe, Zagajewski, Maupassant, De vuelta a casa, entre su Cádiz natal y el otro Palermo bonaerense y borgiano, Alejandro, Luque con paciencia y cuidado, cocina el plato exquisito que ahora tenemos en las manos.