Ispica es un gracioso pueblecito de casi 15.000 habitantes situado en el límite más oriental de la provincia, casi al límite con la provincia de Siracusa. El centro urbano, reconstruido en este lugar después del desastroso terremoto del 1693, está entre los más dinámicos la provincia y está caracterizado por bonitos edificios, bonitas iglesias y calles anchas y rectas.
El nombre de Ispica el pueblo sustituyó al viejo nombre de Spaccaforno. Las orígenes de Spaccaforno como ciudad son muy antiguao; basta pensar en las grutas neolíticas, atribuidas a los Sículos, una de las poblaciones más antiguas de la región de Sicilia.
Cava D’Ispica
El centro habitado estaba situado en la parte final de la cava, en una posición fácilmente defendible y en una zona tan rica de agua, de ampliar rápidamente su importancia.
Muchísimos han sido los habitadores de la Cava de Ispica, desde los sículos hasta los griegos, los romanos, los bizantinos, loa árabes, los normandos así que las viviendas rupestres adaptadas cada vez a las nuevas costumbres y a las renovadas exigencias, que han alterado a menudo de manera irreparable los rastros históricos, pero conservando en otros casos señales muy visibles de modos de vivir, de cultos…
Los hechos históricos de Ispica empiezan, como, por otra parte, en casi todos los centros de Sicilia, con el acontecimiento de los Normandos. Ruggero el Normando, en recompensa de los servicios recibidos, dona la ciudad de Spaccaforno a Berengario de Monte Rubro(Monterosso), el cual, a su muerte, renuncia a sus derechos a favor de la reina Eleonora. Después de algunos años de señoria de Guglielmo de Aragón, hermano del rey Pietro II, Spaccaforno viene dejada a su mayordomo Manfredi Lanza.
La población pasó a Francesco Prefolio y después a los Chiaramonte, hasta el 1392, cuando la ciudad de Spaccaforno y todo el condado de Modica fueron cedidos por el rey de Sicilia Martino a Bernardo Cabrera. Pero cuando éste , por deudas con el Erario, no pudo pagar y fue obligado a vender Spaccaforno a Antonio Caruso, patricio de Noto, Maestro Razional del Reino, con todos los derechos y privilegios. De aquel momento Spaccaforno se separó del Condado de Modica siguiendo otras suertes.
De Antonio Caruso, la ciudad pasó al hijo Vincenzo; de éste, que no tuvo herederos, llegó al hermano Antonello y luego a su hija Isabella Caruso y Moncada, que en 1493 se casó con el conde Francesco Maria Statella, Gran Senescal del Reino, barón de Mangiolino y señor de muchísimos otros feudos. Con esta boda los Statella entraron en posesión de Spaccaforno, que tuvieron hasta el XIX siglo, cuando fue abolida la feudalidad.
Después del terremoto del 1693 la ciudad fue reconstruida en la cercana llanura, con una distribución urbanística moderna y ariosa, con calles anchas y rectas, con grandes plazas y bellísimas iglesias. Lentamente las viviendas de la cava fueron abandonadas pero nunca en modo definitivo; muchas, sobre todo a lo largo de “la Barriera”, fueron utilizadas como talleres, como almazaras para las olivas, y aún hoy en día algunas de ellas vienen usadas como depósitos, garajes o cantinas.
La economía de Ispica se basa sobre todo en la agricultura, con un territorio muy productivo. Últimamente se ha desarrollado la cultivo de de primicias, como tomates y hortalizas en general. La producción de la zanahoria ha asumido un desarrollo particular, y alrededor a ésta se han desarrollado industrias .
Otras industrias son aquellas relacionadas con la transformación de productos agrícolas, en modo particular aquellas relacionadas con la conservación del tomate.
La ciudad de Ispica domina el mar desde una altura y es un interesante estación prehistórica para los hallazgos arqueológicos. También por aquí se puede llegar al Parque Arqueológico de la Forza, en Cava de Ispica, a través de los cien escalones escavados en las rocas, donde son visibles rastros de frescos del período bizantino.
El pueblo, reconstruido después del 1963, presenta un aspecto regular.
Merece la pena visitar la Catedral, el Palacio Bruno de Belmonte situado cerca de la plaza central (o Palacio Alfieri según una errónea costumbre radicada), el Palacio Bruno de Belmonte en estilo liberty – sede municipal -, el Monumento a los Caidos en Guerra y la Iglesia de S. María Mayor, cuyo sagrado está rodeado por una singular verja de hierro batido. Entrando en la avenida Garibaldi podemos admirar la Iglesia de la Anunciada y su ciclo de estuques de gran importancia.