Todos los escritores son de alguna manera impostadores, o lo que es lo mismo creadores de fábulas. El gran Leonardo Sciascia supo interpretar la Sicilia que le tocó vivir, interpelando desde su pluma por una sociedad más justa. Esa magna exigencia a una sociedad siciliana en la que la Mafia llevaba tiempo enquistada como un cáncer en metástasis, extendido por todo el organismo, quedó plasmada en muchos de sus libros.
Leonardo Sciascia
Hijo del administrador de una azufrera, Leonardo Sciascia conocía de primera mano las penurias de una sociedad siciliana enferma y contagiada por la corrupción política y de la violencia mafiosa. Y a veces de forma soterrada y velada, o en otras ocasiones con la contundencia de una cimitarra de los sultanes de Palermo, trató en sus libros de forma ejemplar temas como la estupidez.
Con referentes como Cervantes y a José Ortega y Gasset, de los que supo beber ironía, valor y animadversión por la incultura, Leonardo Sciascia es uno de los referentes universales de la literatura siciliana y por extensión de la italiana. En sus obras trata de reflejar que la «sicilianidad» entendido con sus virtudes y defectos, es extrapolable a cualquier rincón del mundo en el que se haya perdido el respeto por la verdad y la ética.
Lectura del libro El Consejo de Egipto
El Consejo de Egipto es otra de esas denuncias literarias, en la que en forma de un hábil e interesado abad, Giuseppe Vella, se teje una historia de falsificaciones de códices medievales de la época de dominación árabe de Sicilia. El eclesiástico falsifica un códice para eliminar las justificaciones de la aristocracia de sus prerrogativas sobre los feudos, buscando su propio interés y el favor de la Sacra Real Majestad de Nápoles, siempre en pugna con la poderosa nobleza.
Los otros velarán no solo por desmontar la historia que contradice sus «derechos históricos», si no que no bajarán la guardia en un contexto en el que los aires de la Ilustración llegan como los vientos del dios Eolo a la isla siciliana. En esta ocasión ni los enciclopedistas Diderot y d’Alembert podrán luchar contra la barbarie, las noticias falsas ni la tortura como elemento de disuasión del que no se salvan ni los acaudalados. El tótem y al mismo tiempo tabú, es ‘El Sistema no se toca’.
‘Los nobles son como la sal para la tierra’ llega a mencionar uno de sus personajes, evidenciando que resultan tan estériles como improductivos. A lo largo de las páginas asistimos como detrás del abate Vella reescribiendo la historia con sus vagos conocimientos de árabe, está la verdadera pugna entre el virrey -que había suprimido la Inquisición-, y los nobles y la Iglesia que empezaban a temblar ante tamaña intromisión en el poder que habían atesorado. En definitiva el catolicismo vs los valores de la Revolución Francesa, el humanismo y la razón frente a los valores divinos, en el camino en el que cuando cae el telón de la ignorancia y de la mentira secular, los falsos actores quedan desnudos.
Sobre un escenario que podríamos comprar el del Teatro de los Pupi -las marionetas sicilianas en las que los héroes normandos siempre derrotan a los sarracenos-, Sciascia muestra el Palermo del siglo XVIII integrado en el virreinato de Nápoles, en el que el tablero geopolítico de las monarquías esconde la verdadera lucha de las clases sociales y económicas.