La escritora -y también oftalmóloga- Cristina Cassar Scala aplica una cortina de cataratas oculares en la trama de “Arena negra”, la primera novela del personaje literario de la subcomisaria Vanina Garrasi. Gracias a esos velos que, como las sombras de la Caverna de Platón, sugieren formas, Cassar va desvelando la trama de un extraño asesinato cometido en 1959 y que guarda relación con un cuerpo momificado hallado en la actualidad en la misma villa en las laderas del volcán activo Etna.
El hallazgo casual del cuerpo reabrirá un caso cerrado y conectará a la subcomisaria que lo investiga, la perspicaz y tenaz Giovanna Garrasi, con el ya retirado comisario Patanè que fue el encargado del caso cinco décadas antes.
Como si fuese un Teatro dei Pupi, las marionetas sicilianas que refieren las luchas de los paladines normandos contra los sarracenos, en Arena Negra encontramos personajes a priori simples, pero cuya complejidad se abre muestra como las perlas que aparecen cuando las conchas disfrutan sin temor de su hábitat. La misma isla de Sicilia es un personaje más en la trama, en el que la insularidad al cuadrado se presenta con la omnipresente mancha negra de la mafia, de la dualidad entre las dos grandes ciudades de Palermo y Catania,
En la novela viajamos en el tiempo para descubrir una las dos caras de la ciudad bajo el Etna en el que conviven con desprecio ciudadanos de diferente clase social pero conscientes de que son necesarias. La sociedad ostentosa de Vía Etnea y el Teatro Bellini que tan bien nos describía el libro Il Bel Antonio de Vitaliano Brancati, se mezclan con la perdida de la moralidad de los que acudían a los prostíbulos del barrio de San Berillo, a apenas unas calles de los escaparates de las tiendas de moda.
La máxima de que una mano no sepa lo que hace la otra permite entender el a veces poco visible juego de influencias, favores y corrupciones que permitió a la Mafia convertirse en el Estado dentro del Estado. La mafia non si vede ma c’è, pero más allá de un trasfondo en el que mafia se presiente, Arena Negra está escrita con un bisturí que acierta en no quedarse en lo obvio, buscando hurgar en las heridas y defectos propios y ajenos. Es por ello que Vanina Garrasi, cuyo pasado como policía en Palermo está regado de dolores ocasionados por la Mafia, busque en su adoptada Catania, resolver crímenes de amplio espectro.
Cassar logra, con el conocimiento y pasión que hasta los hijos adoptivos que hemos vivido en Sicilia, dar vida a unos protagonistas cuya carne y hueso son los arancine, los baños en Aci Trezza frente a los farallones, los balcones barrocos de Noto, y los códigos propios de la gente corriente.
Las “catanesadas” de Cassar aparecen con una deliciosa asiduidad en las páginas de Arena negra como si fuesen esquirlas de pistacho de Bronte decorando cannoli sicilianos.
Así, a lo largo del libro paladeamos el iris de chocolate, los capuliato -tomates secos- las viscuttina, la caponata, o los zumos de naranja sanguina que solo en Catania se pueden degustar a altas horas de la noche.
La fórmula gastronómica de ensamblar las investigaciones de la subcomisaria de la Policía Judicial, con la gastronomía siciliana, no por reiteradas en la literatura insular, dejan de funcionar como quién sabe que con esas materias primas es imposible no triunfar.
El reconocimiento del premio literario Sciascia Racalmare, que también obtuvieron Vázquez Montalban y Camilleri es solo una muestra de que la senda del personaje de Vanina Garrasi está bien cimentada para convertirse en una escritora reconocida por crítica y público.
Vanina Garrasi se va convirtiendo desde el primer vistazo a la novela en una escenificación de que los moldes y los tópicos no reflejan una sociedad. Fuerte, irónica, sentimental, empática, pero profesional hasta la copa del pino, Vanina es un personaje poliédrico del que esperamos muchas aventuras que actúen como la ira del Etna, una explosión necesaria para que el equilibrio geotérmico de la olla a presión que es Sicilia rebaje con columnas de humo y coladas de lava controladas la incontenible personalidad de su territorio.
Es Garrasi – renombrado así su apellido del original Guarrasi- una joya en bruto que materializa sus pocos puntos flacos solo en la intimidad. En esos momentos que guarda con celo, logra desnudarse casi por completo para humanizar al personaje, gracias en parte a la gran afición -y perdición- que tiene por la gastronomía siciliana y por la obsesión de películas clásicas grabadas en la isla.
Para los que nos hemos mojado más de una vez con la lluvia seca de la ceniza pétrea del Etna, la lectura de Sabbia Negra (Arena negra en italiano) es un ejercicio de dulce melancolía. Mientras que para los neófitos que ni siquiera conocen la obra de Sciascia, Quasimodo, Verga o Camilleri, maestros sicilianos imprescindibles, la primera aventura de la subcomisaria será un soplo del dios Eolo que aporta un buen entrante para hacer boca viajando a Sicilia a través de una novela negra como la ceniza del volcán, pero colorida como los cítricos que se abren paso a través de la fértil arena negra.
En resumidas cuentas, Arena negra sabe a Moltalbano, a Camilleri, a Sicilia, pero con un perfume de mujer fresco, personal y muy humano. Cristina Cassar hilvana y cose de forma certera las puntadas necesarias para que los tópicos del folclore y la insularidad siciliana no sean un disfraz, si no un calidoscopio convertido en telescopio en el que podamos tocar Sicilia sin que los ojos miopes puedan asustar a sus habitantes.
Quizá los efluvios sulfurosos del Etna desprendan un invisible material volátil, como si fuese la arena negra que se precipita sobre Catania, ennegreciendo fachadas, coches y calles. Y por ello ese carácter indómita de la conocida como A Muntagna, el Gigante Bueno, o el Faro del Mediterráneo, haya contagiado a tantos literatos, sicilianos o protegidos bajo uno de sus cráteres como hijos adoptivos, para disponer del don la palabra precisa.
Igualmente loable es la traducción de Montse Triviño, cuya capacidad par desanudar los intrincados nudos literarios de Sicilia es digna de mención.
Arena negra está publicada en español gracias a Duomo ediciones, fundada en Barcelona en 2009 como la primera editorial fuera de Italia del grupo editorial Mauri Spagnol.