IBN YUBAIR (nacido en Valencia en 1145 y muerto en Alejandría, en donde se dedicó a la enseñanza, en 1217) fue secretario del Gobernador de Granada e hizo tres veces la peregrinación a La Meca. Se trataba de un hombre inteligente, observador, tolerante, espiritual y, a menudo, jocoso. Inauguró un género literario nuevo con una obra maestra que no fue igualada: los relatos de su primer viaje (cruzó el Mediterráneo y visitó Egipto, La Meca, Siria, Irak, Palestina, Cerdeña, Sicilia y Creta), en forma de diario, bajo el simple nombre de “Viajes”. En él da explicaciones detalladas del mundo del Mediterráneo del Este en la época de las Cruzadas. Está escrito con un estilo claro y elegante, manejando una lengua variada, a veces seca y difusa, con frecuencia colorista y pintoresca. Se trata de una de las fuentes más importantes con que se cuenta para saber como se encontraba el Mundo Islámico, la Sicilia normanda, la navegación en el Mediterráneo y las relaciones entre musulmanes y cristianos en el siglo XII.
Abu al-Husain Muhammad Ibn Ahmad Ibn Ÿubair al-Kinaní al-Andalusí al-Balansí («el Valenciano»), nació en Valencia en 1145 y murió durante su tercera travesía, en Alejandría, Egipto, en 1217. Su famosa Rihla se refiere a su primer viaje, el que realizó entre el 15 de febrero de 1183 y el 25 de abril de 1185, cruzando el Mediterráneo y visitando Egipto, La Meca, Siria, Irak, Palestina, Cerdeña, Sicilia y Creta. La Rihla de Ibn Ÿubair, uno de los textos narrativos más fiables y documentados de fines del siglo XII (ver Ibn Ÿubayr: A través del Oriente. El siglo XII ante los ojos, traducción y notas de Felipe Maíllo Salgado, Ediciones del Serbal, Barcelona, 1988), es una de las fuentes más importantes con que cuenta el historiador para saber como se encontraba el Mundo Islámico, la Sicilia normanda y la navegación en el Mediterráneo en el siglo XII.
Ibn Ÿubair, al hacer escala en Palermo de vuelta de la peregrinación a La Meca, en diciembre de 1184, nos brinda este valioso testimonio de la Sicilia normanda del rey Guillermo II (1154-1189): «La más hermosa de las ciudades es la sede de su rey, los musulmanes la llaman al-Madina (la Ciudad) y los cristianos la conocen como Balarma (Palermo). En ella está la la residencia de los musulmanes urbanos, tienen allí mezquitas, y los mercados que les están reservados en los arrabales son numerosos (…) La actitud de este rey es admirable en lo concerniente a la bondad de su conducta y al empleo de musulmanes (…) El tiene plena confianza en los musulmanes, confía en ellos sus negocios e importantes oficios, hasta el punto que su intendente (nazir) de su cocina es un hombre musulmán. Tiene una tropa de negros musulmanes bajo el mando de un jefe (qa’id) salido de entre ellos. Sus visires y chambelanes también son musulmanes (…) Una de las admirables condiciones que de él se cuentan es que lee y escribe el árabe (la lengua de los normandos era el francés) y que, según lo que nos manifestó uno de sus servidores privados, su fórmula de validación es: Alabado sea Dios, Señor de los Universos (Alhamdulillah Rabbil ‘Alamin). En cuanto a las doncellas de honor y favoritas su palacio son todas musulmanas. Una de las cosas más extraordinarias que nos ha contado el sirviente susodicho —Yayha Ibn Fityan, el bordador, que borda con oro en el taller real (tiraz)—, es que si una franca cristiana es introducida en su palacio se vuelve musulmana, pues las mencionadas damas la convierten al Islam» (Ibn Ÿubair: O. cit., págs. 377-378).
Más adelante nos revela ciertos aspectos de la vida cotidiana en Palermo y sus cercanías : «En esta ciudad el vestido de las cristianas es el mismo que el vestido de las mujeres musulmanas. Las lenguas alerta, envueltas y veladas, salen en esta fiesta susodicha (de la Natividad) vistiendo ropajes de seda bordados de oro, envueltas en mantos magníficos, veladas con velos de varios colores, calzadas con botines ornados de oro se pavonean yendo a sus iglesias llevando el conjunto de los atavíos de las mujeres de los musulmanes: alhajas, tintes y perfumes (…) Pasamos por una serie de pueblos y aldeas colindantes. Contemplamos labores y cultivos en una tierra que no hemos visto semejante en cuanto a bondad , generosidad y extensión; la comparamos a al-Qanbaniya (la Campiña) de Córdoba; pero ésta es mejor y más fértil. Pasamos una noche en el camino, en una ciudad llamada Alqama (Alcamo, entre Palermo y Trapani), grande y vasta, en ella hay un mercado y mezquitas. Sus habitantes, así como los habitantes de las aldeas que se hallan en este camino, son todos musulmanes» (Ibn Ÿubair: O. cit., págs. 387-388).
ver Ibn Ÿubayr: A través del Oriente. El siglo XII ante los ojos, traducción y notas de Felipe Maíllo Salgado, Ediciones del Serbal, Barcelona, 1988