A nuestra blog se suma otro colaborador, Cristobal Duran, historiador mejicano que nos proporciona este relato:
En Oriente, musulmanes y asiáticos realizaron viajes que aportaron valiosísimos conocimientos a la ciencia, la geografía, la astronomía, las matemáticas y la navegación
Hemos referido anteriormente sobre los viajes que realizaron infinidad de exploradores, en su mayoría occidentales, hacia inhóspitos rincones del planeta. Pero no debemos olvidar que en Oriente, musulmanes y asiáticos realizaron viajes que aportaron valiosísimos conocimientos a la ciencia, como la geografía, astronomía, matemáticas y la navegación. De hecho, la lista de los exploradores árabes entre los siglos VIII y XII, es verdaderamente abrumadora, y hacia el siglo X se dice que fue la “edad de oro de la geografía islámica”, puesto que los califatos de Bagdad, El Cairo y Córdoba se esmeraron en enviar embajadas a recorrer el Magreb y el resto del mundo conocido hasta entonces, para elaborar atlas y obras de historia, ciencia y geografía. Sabios como Al-Husani, Al-Warraq, Mucasadi o Abul Hasán Alí, mejor conocido como Masudi, marcaron una especie de generación ilustrada en las ciencias.
Hay quien supone -con mucha razón- que fueron los árabes (y chinos) quienes aportaron el conocimiento para que los occidentales desarrollaran su ciencia (nuestro uso de los “números arábigos” lo delata). El historiador medievalista, Michel Mollat, sostiene que entre los siglos VIII y XII, fue el “Oriente el que descubrió el mundo”, después vinieron los Marco Polo, los Colón y demás…
Pero por encima de aquellos nombres célebres musulmanes está el de Abu Abdallah Es Scherif al Idrisi, mejor identificado sólo como Al-Idrisi, quien es considerado el “máximo geógrafo de Islam”. Este viajero nació en el año 1099, en Ceuta; aunque en territorio marroquí, era la España musulmana. Provenía de una de las principales familias del Magreb; al parecer era bisnieto de Idris II, gobernante de Málaga. Fue instruido en Córdoba y logró desarrollar y unir la sabiduría del filósofo a la competencia del médico y al espíritu de observación del geógrafo. Fue un hombre que dominó distintas áreas del conocimiento, por ello se volvió un elemento valioso para los gobernantes del su época.
Idrisi recorrió Francia e Inglaterra y otras regiones de Europa; sus escritos dejan en claro que estaba perfectamente informado tanto de los países escandinavos y eslavos como del extremo Oriente, así como África del norte además del océano Atlántico. Conocía algunos de los viajes atlánticos y las noticias impresionantes que ellos se decían, como “las tierras que en él se encontraron”. Registraba cada detalle en sus viajes y solía comparar sus observaciones con fuentes tanto de su época como las antiguas.
El rey de Sicilia, Roger II, solicitó sus servicios como geógrafo y conocedor del mundo, y con el apoyo de él fundó la Escuela de Palermo, en Sicilia, “uno de los focos más brillantes de la ciencia medieval”. Sicilia parecía asumirse como el centro cultural del mundo, en el corazón del Mediterráneo y entre las culturas musulmana y cristiana. Fue allí donde escribió una de sus obras más célebres: “Las recreaciones del que aspira a recorrer el mundo”, la cual se acompaña de varios mapas, y en especial un mapamundi en forma de disco, que lo acompañó con una descripción que fue conocida con el nombre de “Libro de Roger” (Kitab Ruyar). En ella sostuvo que “la tierra es redonda, como una esfera… las criaturas son estables en la superficie de la tierra, ésta atrae lo que es pesado, mientras que lo ligero es atraído por el aire… de este modo las cosas se mantienen en un equilibrio natural…” Esto mucho antes que Galileo y Copérnico.
Su peculiar mapa está orientado hacia el sur, es decir, éste hacia arriba y el norte hacia abajo, y es conocido como Tabula Rogeriana; durante muchos años fue utilizado por los navegantes comerciantes y militares. Tras la derrota del Roger II (que era de origen normando) por los barones sicilianos, hacia 1160, Al-Idrisi recogió algunos de sus escritos y se dirigió a Marruecos.
Al parecer, tuvo problemas con los de su misma sangre, quienes le reclamaron haber trabajado para un rey cristiano, por lo que los últimos años de su vida son un tanto desconocidos, aunque se sabe que en 1161 se realizo una segunda edición de su exitosa obra, ahora con el nombre de Los jardines de la humanidad y el entretenimiento del alma. Se supone que hacia esa misma década debió haber muerto, dejando uno de los legados más importantes de la geografía y cartografía medieval.